Me suelen invitar a dar discursos de matrimonio. Debe ser porque tengo buenos amigos y ya tengo cierta fama entre mis conocidos de ser un hombre de palabras. Pero debo reconocer que a los 40 años se produjo un cambio en mí. No era que dejé de creer completamente en el amor, pero ya me he caído algunas muchas veces. Entonces me fue difícil hablar del amor sin mentirme a mí mismo, que yo creo que es el peor pecado para cualquier persona que se dice escritora. Ahí es cuando se cae en el cliché y en puntos comunes.
La última vez que me invitaron fue en junio en un matrimonio de un amigo chileno que conocí hace más de diez años y aprendimos a bailar salsa juntos. A los dos nos cambió la vida aprender a bailar. Y particularmente un discurso que había dado en México no había salido bien porque me las di de improvisador sin llegar con nada preparado, entonces quería esta vez cumplir con la responsabilidad de mejor manera.
Me senté a escribir y me di cuenta que ya no podía decir lo mismo. Por ejemplo, que me encantaría que ahora que otra pareja más como la de mi amigo y su mujer empieza esta vida juntos, el amor lo puede todo. Que son una pareja perfecta y que fueron felices para siempre. Me di cuenta que es porque ya tengo 40 años, entonces sería mentirles. Con la edad es inevitable ponerse más cínico que soñador. El amor no lo puede todo. Es frágil y peredecero. Suele decaer frente al poder y rutina del paso de los años.
Pero también cuando escribía me di cuenta que hay algo de los sueños que se mantiene. El amor es nuestro único camino posible. No hay otro que nos lleve hacia dónde debemos ir, aunque no sepamos cuál es ese lugar. Nunca ha sido el destino, sino el camino. Con quien recorrerlo. Quién queremos que sea el testigo de nuestras vidas, como vi en una película de baile una vez en que actuaba Susan Sarandon Y Richard Gere. No nos casamos por pasión, sino porque de lo contrario nuestra vida sería anónima. Necesitamos alguien que sea testigo de nuestra cotidianeidad, para que el camino sea hermoso.
Y entonces le deseé a mi amigo y su mujer suerte, fuerza, y goce. En este el único camino posible. El amor. Su amor. Su familia.