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Headers blog Symmes

Estuve trabajando hace unos días con unos colegas de América Latina y Europa en Talamanca, Costa Rica, en busca de maneras de integrar la investigación con un potencial impacto en comunidades indígenas. En este caso visitamos las comunidades Bribri, que se caracterizan por su aislamiento del desarrollo moderno del país.  Como la mayor parte de las comunidades indígenas, los Bribri viven en una profunda relación de respeto con la naturaleza, que entiende a los humanos al mismo nivel de trascendencia que otros seres vivos. En su caso, su Dios Sibu conecta a todos los seres vivos del universo.

Cada vez que visito a comunidades indígenas me impresiona el hecho de que creamos en las universidades y otros centros de pensamiento modernos que el conocimiento es exclusivamente una torre que vamos construyendo y poniéndole piezas. La ciencia se basa en el supuesto de que tenemos vacíos de conocimiento a llenar. No niego el valor de esta aproximación que ha permitido un desarrollo económico notable en los últimos tres siglos. Sin embargo, este tipo de experiencias de trabajo con comunidades indígenas me revela el hecho de que cada generación gana un conocimiento y pierde otro. Es demasiado evidente que con la modernidad y el desarrollo industrial y tecnológico ganamos una riqueza económica inigualable y el control y predicción del futuro. Pero perdimos a su vez una noción más interconectada y encarnada de la experiencia humana, que no es más que un punto más de conexión de relaciones del universo. La exacerbación del pensamiento racional hizo que la cultura se separara de la naturaleza, cuando somos en realidad uno que emerge en esta aventura del universo.

Pienso (quizá con esperanza) que los intelectuales tienen el deber de mostrar estas diversas perspectivas del conocimiento, especialmente aquellas excluidas como las de muchas culturas indígenas. De lo contrario, los intelectuales contribuirán al reemplazo de los seres humanos por la inteligencia artificial. Los recientes avances de la inteligencia artificial sugieren que quizá lo único que nos diferencia de ella es la experiencia corporal orgánica que nos une con el universo de una forma creativa. La máquina es creativa de formas no corporales ni viscerales, sino sólo cognitivas. Es decir, para ellas el mundo es data. Esa diferencia es el punto que recién nos estamos abriendo a explorar.

Visitar a comunidades indígenas me revela que mi propia visión del universo se transforma, cambia y se construye. Desde mi ser inescapablemente moderno. Pero quizá en esa experiencia de conectar con comunidades indígenas está la construcción de mundos que aún no existen: desde compartir experiencias con otros radicalmente diferentes y así abrir nuevos mundos.

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